¿Qué tienen en común la ensaladilla rusa (Rusia), las patatas a la importancia (España), el gallo pinto (Costa Rica) y la harira (Marruecos)? Pues que las cuatro recetas pertenecen a la cocina sostenible, es decir, son deliciosas, baratas, buenas para la salud y con una huella ecológica reducida. A estas alturas de la crisis, necesitamos una buena cocina como el comer. La llamada «dieta occidental» no da más de sí.
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En los últimos meses se han repetido los escándalos alimentarios, con carne de perro insertada en la cadena alimenticia humana, parece ser que indirectamente, o con un extraño híbrido, el vaquino (95% de carne de vacuno y 5% de carne de equino) que prolifera en las carnicerías, etc. Esto por el lado de la carne no demasiado cara. La carne más cara, como filetes, chuletones y solomillos, se está alejando de la cesta de la compra poco a poco y pronto será un plato de fiesta mayor. En EEUU sabiamente, ya están implantando los Lunes Sin Carne y el vegetarianismo gana adeptos, a pesar de ser casi antiamericano.
Felizmente, estamos preadaptados a esta situación, y tenemos un arma formidable en nuestras manos: los recetarios de toda la vida. Por ejemplo, los de la cocina tradicional mediterránea (que tiene la categoría de Patrimonio Inmaterial Cultural de la humanidad, ahí es nada), un invento que funciona muy bien, como la dehesa o el transporte público, para permitirnos vivir bien sin agotar el mundo de las generaciones futuras. Y si le sumamos platos de otras culturas del comer, como la china o la centroamericana, ya tenemos una cocina sostenible que podemos utilizar y disfrutar.
¿Qué es la cocina sostenible?
La cocina sostenible es una técnica para alimentarnos buena para nuestro bolsillo, nuestra salud y nuestro Planeta. Y que, además, es deliciosa.
Desde un punto de vista global, la cocina sostenible es aquella que permite que toda la humanidad se alimente de manera saludable. Participa del movimiento en pro de una alimentación de calidad accesible para todos, no escindida en comida de bajo coste y de baja calidad por un lado y en delicatessen muy caras por otro.
Es una de las partes más importantes de un estilo de vida sostenible, pues cubre la elección y compra de alimentos, su transformación, utensilios de cocina, técnicas y recetarios y habilidades para el reciclaje o desechaje de los restos de alimentos.
Siete componentes de la cocina sostenible
• Mejor frescos y poco procesados. Una cesta de la compra muy cara no es sostenible. Algunos trucos (como comprar menos alimentos muy procesados y, por lo tanto, más caros) nos permitirán dedicar el dinero sobrante a mejorar la calidad de nuestra dieta, incluyendo productos con denominación de origen o ecológicos.
• Listas cortas y claras de ingredientes, y en general toda la información disponible para guiar la decisión de compra de alimentos, con dos criterios básicos: rechazar los productos con un número exagerado de ingredientes y aquellos con ingredientes que no se pueden identificar.
• Más vegetales, menos carne. La cocina sostenible no rechaza ningún alimento, y propone una mezcla de la máxima variedad posible. Propone comer más vegetales y menos productos ganaderos, reduciendo así la huella ecológica global de nuestra alimentación.
• Próximos y sin tóxicos. Esto se aplica al producto alimentario en conjunto, incluyendo su origen y sus costes de transporte. Algunas elecciones de la cocina sostenible son los alimentos de origen próximo y los cultivados sin uso de pesticidas tóxicos.
• Recetario mundial y cocina de la abuela. En el caso de nuestro país, la cocina sostenible está basada en las cocinas tradicionales de cada región o comarca, sin desdeñar los hallazgos de la cocina mediterránea, universo culinario en el que se supone que se engloban las cocinas de la península Ibérica. También es muy importante la aportación de otros recetarios de mundos más alejados, como la cocina japonesa, china o mexicana.
• Cocina sencilla y eficiente. Usa técnicas de cocina accesibles, que no requieran utillaje complicado ni específico, y teniendo siempre en cuenta el no derrochar recursos vitales como la energía y el agua.
• Piensa en el después. Una parte importante del estilo de cocina sostenible es reducir al mínimo los desperdicios, no tirar comida y organizar el “desechaje” de los restos de comida producidos. No todos podemos tener un compostador y un huerto donde echar el abono producido, pero sí poner en práctica soluciones imaginativas para los residuos de nuestra cocina.