“En función del requisito de que deberían contribuir al ejercicio del derecho a la alimentación, los sistemas alimentarios que hemos heredado del siglo XX han fallado”
Olivier de Schutter (De Schutter 2014)
“Dime qué comes y te diré quién eres”
Jean A. Brillat-Savarin (Brillat-Savarin 1825)
El sistema agroalimentario global se encuentra sumido en una profunda crisis no solo por sus dificultades para asegurar la producción y distribución de alimentos, véanse, por ejemplo, los informes de las sucesivas relatorías especiales de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, sino también por la amenaza que representa para la sostenibilidad de los propios agrosistemas. La pérdida de biodiversidad, la alteración de los ciclos de nutrientes, la erosión del suelo, la introducción de nuevas sustancias en el ambiente y la emisión de gases de efecto invernadero son debidas en gran parte a la agroindustria.
La Fundación Vida Sostenible ha emprendido una investigación (1) sobre práctica y consumo en el ámbito de la agroecología con objeto de profundizar en su posible generalización como alternativa de producción alimentaria. En una primera aproximación analizamos varios casos de estudio. La Asociación de Desarrollo Rural Mariñas – Betanzos, entidad gestora de la Reserva de la Biosfera Mariñas Coruñesas e Terras do Mandeo (La Coruña), es un interesante caso de estudio por el impulso de una estrategia alimentaria local desde 2014. El caso de estudio Los Apisquillos en el municipio de Puebla de la Sierra, enmarcado en la Reserva de la Biosfera de la Sierra del Rincón (Madrid) se centra en torno a una experiencia cooperativa neorrural de pastoreo extensivo con más de 20 años de historia. En Garganta La Olla en la comarca de La Vera en Cáceres encontramos un conjunto de iniciativas de emprendimiento agroecológico como La Invierna y Ecobosque que representan una faceta de la reorientación productiva del conjunto de la comarca.
La agroecología es una ciencia que aplica el conocimiento de los ecosistemas al manejo de los sistemas agrarios. Se presenta, así mismo, como movimiento social y como praxis, con voluntad transformadora tanto del actual modelo socioeconómico rural como de la manera en que se produce actualmente el alimento, sistema insostenible a medio y largo plazo. Con esto se subraya la interdependencia entre la elección de determinada tecnología y la sociedad resultante. Por ejemplo, la práctica de la agroecología implica el acortamiento de los circuitos de distribución y el fortalecimiento de los vínculos entre los sistemas emisores (producción agropecuaria) y receptores (demanda de alimentos). De ahí que los grupos de consumo, los mercados de proximidad o la apreciación del Km 0 sean señas de identidad del desarrollo de la técnica agroecológica. La gestión científica de ecosistemas como herramienta productiva comprende prácticas agrícolas para promover la conservación del suelo y de la agrobiodiversidad y presentar alternativas a los plaguicidas y fertilizantes de síntesis. La práctica agroecológica implica, así mismo, una concepción diferente a la convencional en lo relativo al uso de la energía, el cierre del ciclo de los nutrientes, la justicia y soberanía alimentarias, los vínculos de confianza entre productor y consumidor y la concepción del alimento como bien común y no como mercancía. Incluye criterios de elección como la proximidad, estacionalidad o la minimización de envases plásticos.
En nuestro estudio más reciente sobre la contribución de la agroecológica a la seguridad alimentaria hemos encontrado que las personas implicadas en la producción y consumo agroecológico valoran en varias dimensiones los beneficios de su práctica, manifestando actitudes de resistencia agroalimentaria y exhibiendo una prometedora capacidad de resiliencia comunitaria. La resistencia agroalimentaria consiste en la adopción de hábitos de alimentación contrahegemónicos, en rebeldía con el gran consumo o “Big Food” por su capacidad para alienar tanto al campesinado, que queda situado como el elemento más irrelevante de la cadena de valor, como al consumidor final inducido a adquirir productos comestibles anonimizados y deslocalizados. La práctica de la agroecología en las condiciones actuales del mercado agroalimentario conlleva una exigencia extra de compromiso al confrontarse con otras prácticas convencionales en los contextos rurales donde se desarrolla. La resiliencia comunitaria es una medida de la capacidad de una comunidad humana de afrontar situaciones adversas o infortunios preservando al máximo la satisfacción de las necesidades individuales y colectivas. La adhesión a la agroecología por ir a contracorriente y evitar las externalidades ambientales que ahorran gastos a la agricultura convencional, requiere un plus de esfuerzo en la producción y reclama una actitud de resistencia por parte de los consumidores. Rechazar productos agrícolas obtenidos en condiciones laborales indecentes o dañinas para el medioambiente requiere, además información y coherencia moral con el grupo social de referencia, construir y sujetarse a normas. La eliminación de plásticos, rechazar el maltrato animal, evitar el desperdicio de alimentos, son ejemplos de algunos tímidos pasos en línea con los postulados agroecológicos que han alcanzado cierto nivel de generalización social.
A partir de las personas entrevistadas con relación a la percepción de los beneficios del modelo de producción y consumo agroecológico encontramos que sus protagonistas valoran principalmente el aprovechamiento más respetuoso de los recursos naturales locales con menor impacto ambiental y un mayor cuidado y conservación de la naturaleza. La alternativa agroecológica, y la mayor disposición al pago, se percibe como una resistencia crítica al sistema productivo convencional: “Veo la agroecología como una alternativa en la que se intenta cuidar a todas las partes implicadas y tomar conciencia del impacto ambiental positivo que puede tener la agricultura” declara una persona participante en la encuesta. El valor ético basado en consideraciones como el conocimiento del origen y modo de producción o la calidad de los productos, la valoración de los beneficios para la salud y los valores éticos relativos al pago justo y al cuidado del medioambiente son las motivaciones de quienes dicen asumir un mayor precio: “No hay alternativas. Esta agricultura es sana para las personas y para la biodiversidad y para el ambiente”, “La cercanía con los productores mejora la comunicación y la adaptación de la producción a las necesidades del consumidor”.
La mayor extensión de las declaraciones de las personas entrevistadas está dedicada a criticar a las administraciones públicas por no favorecer la autonomía de los proyectos, ni la producción de pequeña escala, y no poner en valor los beneficios de las prácticas agroecológicas. Los sistemas de certificación son percibidos preferentemente como obstáculos por sus costes y complejidad burocrática. Esto es particularmente relevante si nos comparamos con el apoyo que reciben la agricultura y la producción agroalimentaria artesanal en otros países de nuestro entorno.
Un aspecto muy prometedor del trabajo que ya hemos explorado en investigaciones anteriores aparecidas en la revista Sustainability Science es la creación de resiliencia comunitaria en torno a la transición a la sostenibilidad. También en el caso de la transición agroecológica se observa una consolidación de la capacidad de agencia colectiva. En síntesis el índice agregado de resiliencia comunitaria nos muestra en el conjunto de casos estudiados que las principales fortalezas que garantizan la viabilidad de los proyectos agroecológicos son los recursos y el patrimonio natural del entorno en que se asientan las actividades productivas, el conocimiento acumulado en la comunidad local, y las redes o lazos comunitarios. Estas capacidades se ven estimuladas cuando los responsables de la toma de decisiones públicas reconocen el valor y alientan estas iniciativas agroecológicas.
José V. de Lucio y Francisco Seijo
José Vicente de Lucio es profesor de la Universidad de Alcalá, y presidente del patronato de la Fundación Vida Sostenible.
Francisco Seijo es profesor de la School of Global and Public Affairs del Instituto de Empresa.
(1) Esta investigación ha sido desarrollado con el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, dentro de la concesión de subvenciones a entidades del Tercer Sector u Organizaciones no Gubernamentales que desarrollen actividades de interés general consideradas de interés social en materia de investigación científica y técnica de carácter medioambiental. Para más información se pueden consultar las memorias de actividades 2020 y 2021 de Fundación Vida Sostenible.