Los alimentos de temporada tienen varias ventajas –para tu bolsillo, tu salud y tu planeta. Suelen ser más baratos, pues al aumentar la oferta de un producto determinado bajan los precios. Y tienen una huella ecológica más reducida, pues recorren menores distancias para llegar a tu mesa y no necesitan gastar energía en su conservación.
Las verduras suelen tener una temporada bien marcada, en que aumenta su disponibilidad en el mercado y bajan sus precios, desde la acelga al tomate, pasando por las alcachofas. Todos los mercados publican calendarios de frutas y verduras de temporadas que pueden ser de gran ayuda para los consumidores.
La alimentación tradicional estaba basada en la temporada de una manera que parece difícil de imaginar hoy. Se trataba de alimentos venidos de corto radio, en una cadencia anual que seguía el ritmo de las estaciones. Este modelo antiguo todavía sobrevive, pero con un añadido sorprendente: la capacidad de consumir vegetales frescos de temporada… pero de otro continente, traídos en avión al supermercado de nuestro barrio. Así los melones de cultivan y envían todo el año procedentes de Senegal, Brasil y España, superponiendo tres “temporadas” gracias al transporte de larga distancia.
No es fácil distinguir entre los productos frescos locales y los que han recorrido 10.000 km, pero puede hacerse cotejando hábilmente las etiquetas de origen.
No es fácil hablar de carnes y pescados de temporada. La carne se mataba tradicionalmente en invierno, pero hoy la matanza se hace todo el año. También se solía decir que el pescado y el marisco era peor en verano pero actualmente la flota pesquera trabaja en todos los océanos, bajo toda clase de climas.
Así que, aunque no es fácil, anda ojo avizor por los mercados: cuando menos te lo esperes, puede aparecer un auténtico alimento de temporada.