Bajo el sistema productivo actual, los fertilizantes nitrogenados inorgánicos son esenciales para mantener e incrementar los altos rendimientos de los cultivos. Para las plantas el nitrógeno es un factor limitante, es decir es fundamental para que pueda crecer y desarrollarse, ya que por ejemplo es utilizado por las plantas para producir clorofila.
La necesidad de una mayor producción y el agotamiento y degradación de los suelos ha llevado a un uso excesivo e inadecuado de estos fertilizantes nitrogenados provocando serias consecuencias ambientales, especialmente en los ecosistemas acuáticos.
¿Qué son los fertilizantes nitrogenados?
Los fertilizantes nitrogenados son productos químicos utilizados para proporcionar nitrógeno a las plantas, un nutriente fundamental para su crecimiento. El nitrógeno utilizado en la agricultura se presenta en varias formas: urea, sulfato de amonio o nitrato de amonio. Estos fertilizantes aumentan la productividad agrícola, pero su uso excesivo y no controlado tiene graves impactos sobre el medio. Se calcula que la síntesis y aplicación de estos fertilizantes por el sector agrario genera entre el 60 y el 70 % de las emisiones de óxido nitroso, un potente gas de efecto invernadero. Además se producen otros gases contaminantes como el amoníaco (NH₃) o los óxidos de nitrógeno (NOₓ). Pero además el uso excesivo de este compuesto afecta también a aguas subterráneas, ríos, costas y mares.
El viaje del nitrógeno: desde el campo hasta el océano
Cuando se aplican fertilizantes en exceso, las plantas no pueden absorber todo el nitrógeno disponible. El nitrógeno no absorbido se infiltra en el suelo llegando a las fuentes de agua subterránea y a través de la escorrentía alcanza ríos y arroyos, finalmente desembocando en mares y océanos. Uno de los efectos más críticos del exceso de nitrógeno en los ecosistemas acuáticos es la eutrofización.
Este proceso ocurre cuando los cuerpos de agua reciben un exceso de nutrientes, principalmente nitrógeno y fósforo. El resultado es un crecimiento descontrolado de algas y plantas acuáticas.
Aunque inicialmente esto nos puede parecer positivo, este crecimiento excesivo tiene graves consecuencias ya que se pueden llegar a formar las conocidas mareas rojas o floraciones de algas nocivas, que producen toxinas perjudiciales para la vida marina y humana. Otra de las consecuencias es la creación de zonas donde los niveles de oxígeno disuelto en el agua son muy bajos, debido a que al morir las algas consumen grandes cantidades de oxígeno, son las llamadas zonas hipóxicas o zonas muertas.
Como todos sabemos en la tierra el oxígeno es vida, por lo que esta falta de oxígeno disuelto afecta muy gravemente a la biodiversidad y a los hábitats marinos, provocando la muerte de peces y otros organismos acuáticos y por tanto alterando las cadenas alimenticias.
Un caso importante de cómo los fertilizantes producen un impacto negativo en mares y océanos lo encontramos en España, en concreto en el Mar Menor, la laguna salada más grande de Europa y un valioso ecosistema que alberga una gran diversidad de especies marinas. En las últimas décadas, este paraíso natural ha enfrentado una crisis ambiental sin precedentes debido, entre otras cosas, al uso intensivo de fertilizantes en la agricultura circundante que ha producido la muerte de una gran cantidad de peces y especies en peligro, como el caballito de mar o las nacras.
Otro caso de eutrofización es el Golfo de México donde cada año, una zona muerta se forma en esta región debido a los nutrientes transportados por el río Misisipi desde las tierras agrícolas del Medio Oeste de Estados Unidos. En Europa –a parte del Mar Menor– el Mar Báltico sufre problemas similares, afectando a su biodiversidad y ecosistemas marinos.
¿Qué podemos hacer?
Para abordar este problema, es crucial implementar prácticas agrícolas sostenibles y políticas medioambientales efectivas que promuevan métodos de producción de alimentos más conscientes con el entorno –cómo la producción ecológica y agroecológica– y un mejor tratamiento de las aguas residuales. Adoptar prácticas agrícolas responsables y políticas medioambientales adecuadas, es fundamental a la hora de reducir los efectos negativos de los fertilizantes y proteger la salud de nuestros ecosistemas marinos.
Si quieres saber más sobre los problemas a los que se enfrenta el Mar Menor te recomendamos leer La agricultura intensiva: pan para hoy, hambre para mañana.