Fotografía: Matthew T Rader en Unsplash.
Hace poco un programa de mucha audiencia de niños cocineros se atrevió a decir que la miel, la panela, etc., son las variedades más sanas y gustosas del azúcar y recibió un serio rapapolvo de los expertos, por decir una atrocidad semejante en horario infantil de máxima audiencia. “Son básicamente azúcar”, dijo el gran Mikel Iturriaga de El Comidista, el hombre que más ha hecho para difundir la cultura alimentaria en España en la última década. TVE se disculpó humildemente, como si hubieran hecho algo malo. ¿Lo han hecho de verdad?
Más bien parece que el nutricionismo le ha jugado una mala pasada a los expertos que han criticado el programa. Es verdad que la miel es básicamente azúcar, lo mismo que cualquier variedad de azúcar de caña, morena o panela. Pero entonces tendríamos que explicar por qué tantas personas dedican su vida –y terminan apasionándose– a la apicultura, al arte de pastorear abejas y obtener miel de romero, de azahar o genérica (mil flores).
Los chimpancés y los humanos compartimos el 99% de los genes, pero hay algunas diferencias entre las dos especies, algunas bien visibles. La miel, a diferencia del azúcar industrial, contiene trazas de proteínas, grasas, hierro, potasio, tiamina, ácido nicotínico, etc. Es verdad que no podemos abastecernos de vitaminas, proteínas y así exclusivamente a base de tomar miel. Pero hay otra gran diferencia. Los humanos estamos acostumbrados a tomar miel desde hace muchos miles de años, hasta el punto que hasta existe un ave, el pájaro guía de la miel, que conduce a los humanos hasta las colmenas con la esperanza de aprovecharse de las sobras. Todavía se puede ver esta extraordinaria simbiosis en el norte de Mozambique. Eso sin contar con el papel fundamental de las abejas en la conservación en buen estado de la biodiversidad.
A lo que no está acostumbrada la especie humana es a ingerir todos los días una media de 80 gramos de sacarosa pura cristalizada. Ese es el problema principal de salud pública, los millones de toneladas de azúcar purificada que llueven sobre la comida cotidiana en todo el mundo. La producción de miel es mucho más pequeña y es un producto más caro y de mucha mejor calidad, la miel no es un problema de salud pública ni de lejos, entre otras razones porque es un endulzante potente que solo se puede tomar en poca cantidad cada vez. Proponer a los niños que se dejen de tanta azúcar refinada y comiencen a explorar las oportunidades que ofrece la miel merece elogios, y no una reprimenda.
Jesús Alonso Millán