Los hogares tiran entre un tercio y una décima parte de la comida que compran, una cifra enorme que supone muchos kilos por persona y año. Es una manera insostenible de alimentarnos, parecida a la del emperador romano que obsequiaba a sus comensales con lenguas de pajarillos, tirando el resto a la basura.
Sin exagerar tanto, lo cierto es que esta manera de derrochar valiosos alimentos que tenemos como costumbre agranda nuestra huella ecológica sin provecho para nadie. Nadie lo hace con mala intención, tiramos comida por un conjunto de razones:
• Frigoríficos grandes y profundos, llenos de un caos de objetos cuya existencia olvidamos por completo. Una excavación arqueológica de nuestro refrigerador nos mostrará por ejemplo un trozo de moho que fue queso en sus tiempos. Se guardó seguramente en el Pleistoceno y que nadie lo recordó desde entonces.
Solución: Si vas a cambiar de frigorífico, cómprate uno más pequeño. Si vas a continuar usando el que ya tienes, procura no usar todo su fondo, manteniendo la comida guardada a la vista. También puedes hacer revisiones periódicas del contenido de la nevera con más frecuencia.
• Ofertas imposibles de rechazar en el mercado. Las ofertas suelen incluir un porcentaje extra de producto gratis, o varias porciones de comida por el precio de una. En general, compramos más de lo que necesitamos porque pensamos que así ahorramos, pero este volumen extra de comida corre gran riesgo de terminar estropeándose y en la basura.
Solución: un truco muy visto, pero que funciona. Consiste en ir a comprar con una lista redactada de antemano después de profundas meditaciones sobre lo que realmente necesitamos, y no salirse de lo que está marcado en ella. Así mismo, intentar reducir las porciones de alimento compradas, por ejemplo, comprando a granel 400 g de judías verdes en vez de una bandeja retractilada de un kilo, la mitad de cuyo contenido terminará seguramente en la basura.
• Técnicas culinarias de un solo paso. Muchas veces la comida que sobra de los platos es arrojada al cubo de basura con desparpajo, pues pensamos (erróneamente) que siempre podremos comprar más cuando queramos. Contrasta esta actitud con la cocina secuencial tradicional, en que los restos de un plato son materia prima para el siguiente.
Solución: practicar la cocina de las sobras. Aquí tenéis un interesante folleto, “La cocina de las sobras”, que enseña a convertir restos de comida en platos deliciosos.