Quedan ya pocas tiendas de la esquina, establecimientos donde los parroquianos, gente del barrio, compraba la mayoría de su comida. Los tenderos de estos establecimientos funcionaban como el último escalón de la cadena de distribución, en contacto directo con tal vez un centenar de clientes fijos, de los que se anotaban sus deudas y se conocían con detalle sus gustos. Estas tiendas generalistas, ultramarinos o colmados, coexistían con otras ultraespecializadas en las grandes ciudades (caracoles vivos, castañas, quesos frescos, etc.).
Este tipo de distribución era importante en épocas de penuria, cuando los ciudadanos eran asignados a una tienda o varias donde podían convertir los cupones de su cartilla de racionamiento en comida. A finales del siglo XX este sistema desapareció casi por completo, sustituido por otro de supermercados de barrio y galerías de alimentación, con tiendas especializadas, que aguantaron mejor el embate de las llamadas grandes superficies.
Los mercados de barrio se han convertido en los últimos bastiones de una manera de comprar más proactiva por parte de los consumidores. Suelen contener muchas tiendas especializadas (fruterías, verdulerías, casquerías, carnicerías, pescaderías, charcuterías, etc. La mayoría de ellas venden productos frescos y pueden dar información bastante veraz sobre su origen. Recientemente el panorama de los mercados de barrio se está animando por la creciente presencia de tiendas temáticas dedicadas a productos de otros países. Otra tendencia consiste en convertir el mercado de barrio en nave de delicatessen caras, como el Mercado de Cais do Sodré en Lisboa o el de San Miguel en Madrid.
El supermercado local es sin embargo la tienda más habitual para conseguir alimentos. Algunos tienen una buena sección de productos frescos, otros se limitan a conservas y precocinados. Muchos dependen de grandes marcas internacionales de distribución (Lidl, Aldi, Carrefour, etc.) o de potentes marcas nacionales (Mercadona, Día, etc.) En ellos la práctica de la compra es muy diferente de en los mercados tradicionales, los clientes se limitan a recorrer los pasillos y a colocar los alimentos en el carrito o cesta. Una tendencia reciente es a ampliar las zonas de alimentos ecológicos dentro de estos mercados o a abrir tiendas temáticas de esta rama de la alimentación, como Carrefour Bio o Bio C’ Bon.
En otro extremo encontramos los populares mercadillos ecológicos y de proximidad, por lo general temporales, que venden productos de la tierra de producción local. En el extremo opuesto están los «desiertos alimentarios», zonas periurbanas donde la tienda más próxima donde se pueden comprar alimentos frescos se encuentra a kilómetros de distancia. En determinadas sociedades con gran destrucción de su cultura alimentaria, muchas personas pueden alimentarse durante años con comida rápida comprada directamente en los establecimientos, a veces sin ni siquiera bajarse de coche.