Un estudio de 2012 realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford coordinados por Hanna Tuomisto examinó 71 trabajos de investigación científica sobre la comparación del impacto ambiental de la agricultura ecológica y la industrial. Este estudio tomó en cuenta diferentes indicadores como la emisión de CO2, la conservación a la biodiversidad y el impacto en el terreno de la utilización de pesticidas y fertilizantes.
A nivel general la agricultura industrial resulta tener un mayor impacto medio ambiental por unidad de superficie cultivada, porque si se considera la unidad de producto, su impacto puede ser menor. Esto porque la agricultura ecológica y la industrial tienen rendimientos diferentes: sin pesticidas y fertilizantes minerales el sistema ecológico es un 25% menos eficiente, es decir, tiene un cuarto menos de producto por unidad de superficie.
La agricultura industrial gana en productividad, pero hay otros parámetros que estaría bien tomar en cuenta: ¿de verdad necesitamos más productividad y más productos? Los trabajos de investigación tomados en examen en el estudio de la Universidad de Oxford también subrayan una carencia no solo de productividad sino de distribución de productos: muchas personas en el mundo sufren de hambre no por falta de comida sino por pobreza o porque hay muchos terrenos utilizados para las exportaciones y no para la alimentación de sus poblaciones.
Por otro lado, el sistema industrial no se preocupa de la importancia de la biodiversidad, sus cultivos son más pobres en especies y variedades que la agricultura ecológica. Sobre la emisión de CO2 no hay diferencias sustanciales entre las dos. La agricultura industrial tiene que incrementar la calidad del terreno y disminuir la utilización de pesticidas y fertilizantes minerales para proteger y aumentar la biodiversidad. Consiste en un doble desafío entonces, no es necesario elegir entre uno o el otro sistema, industrial o ecológico, sino desarrollar los dos para que sean más eficaces y generan un menor impacto ambiental posible.
La agroindustria está estrechamente conectada con la agricultura intensiva, hasta extremos impresionantes. Determinadas especificaciones del comercio de alimentos pueden llevar a cambiar profundamente el cultivo o cría de determinadas especies y variedades, como sucede con muchas verduras, en las que se controla detalladamente el color y el punto de maduración con sofisticadas técnicas.
Por fin la materia prima llega a las factorías, de donde puede salir con una transformación mínima (caso de la industria de verduras congeladas) o bien en forma de un ultraprocesado construido ex novo a partir de materias primas baratas como harina refinada, azúcar, aceite de palma, etc. Y el proceso sigue en sucesivas operaciones de envasado, etiquetado, transporte y por fin colocación en los mercados.
Basado en un artículo de Sara Trincheri