Una ojeada a la estantería de yogures de cualquier supermercado nos mostrará una mareante variedad de productos. En realidad tiene truco, son infinitas combinaciones de leche de vaca y fermentos con azúcar y saborizantes, a veces incluso con trocitos de fruta. El caso es que interpretar cuál de todos ellos nos conviene más es una tarea difícil: necesitamos consultar muchas etiquetas y listas de ingredientes. En el conjunto del supermercado la cantidad de información disponible sobre los alimentos expuestos es abrumadora. ¿Cómo podemos orientarnos en toda esta complicación?
Cuatro criterios a tener en cuenta en la elección de alimentos:
- Aditivos . Los aditivos no son ingredientes per sé, se identifican por su sigla oficial E-xxx o a veces como añadidos al producto, por ejemplo “tartrazina”. Conviene rechazar cualquier producto con más de uno o dos aditivos. Un número excesivo de aditivos indica un alimento de mala calidad, que necesita maquillar su aspecto, sabor y color para tener un aspecto aceptable.
- Ingredientes . Unas galletas de chocolate y mermelada de naranja tendrán por necesidad más ingredientes que unas sardinas de lata, pero aquí se trata de distinguir entre un número de componentes lógico y los que se usan para disfrazar la mala calidad del producto, por ejemplo “sacarosa” “grasa de palma”, “proteína de soja”, “dextrosa”, “aceite vegetal”, etc. Por ejemplo, un pan con catorce ingredientes es inaceptable.
- Relleno dopante. Azúcares, grasas hidrogenadas, sal, aceite de palma y otros compuestos se añaden a los alimentos como relleno para volverlos más sabrosos, untuosos, palatables, crujientes, etc. En resumen, para convertirlos en irresistibles, casi adictivos. Por esta razón, nos acabamos sin darnos cuenta la bolsa de snacks o la caja de galletas. Detectar esta especie de “relleno dopante” que se añade a toda clase de alimentos nos permite evitar comprarlos.
- Obtención esquilmante o sostenible. Determinados alimentos, como los langostinos o la carne de ternera, tienen un impacto ambiental muy pesado. Por cada kilogramo de langostinos podemos contar la extensión de manglar arrasado y por cada kilogramo de carne de ternera los kilogramos de CO2 emitidos a la atmósfera. En contraposición, muchos cereales tienen un impacto mucho menor, sobre todo si usan pocos fertilizantes y ningún pesticida, y las sardinas pueden pescarse año tras año en gran cantidad de manera sostenible, sin que su número disminuya. Los alimentos ecológicos y agroecológicos, por sus procesos productivos también tienen una huella ambiental más baja. Es fácil plantearse a la baja el consumo de carne, pero la huella ambiental de otros productos puede no ser fácil de detectar.