¿De dónde proceden los alimentos que consumimos? ¿De 10, 100 o 10.000 km de distancia? Los estudios muestran que gran parte de los alimentos que se consumen en España tienen que viajar miles de kilómetros para llegar a nuestra mesa. Y el viaje se hace por carretera o ferrocarril, barco e incluso en avión, con el consiguiente gasto de energía. Esta situación ha llevado a muchas personas a decantarse por los canales cortos de comercialización y los productos locales.
Este tipo de alimentos de producción y distribución cercana los “alimentos de kilómetro cero” están cada vez más extendidos. La idea general es abastecernos de lo próximo antes que de lo lejano, con la consiguiente reducción de la huella ecológica de nuestra alimentación, al reducir el transporte. Todo un movimiento que busca saber el origen real de nuestra comida está en marcha, mediante cadenas de alimentación especializadas, grupos de consumo e incluso huertos urbanos y productores de sus propios alimentos.
El concepto de soberanía alimentaria va en esta misma dirección. Frente al criterio de que lo único que importa es la disponibilidad de alimentos a un precio accesible, sin tener en cuenta su origen ni modo de producción, este movimiento y otros similares ponen su énfasis en la conservación en buen estado de un paisaje agrario determinado, con sus variedades de plantas y animales, capaz de abastecer a sus mercados locales con alimentos de calidad y que contribuyen directamente a mantener una cultura alimentaria y un estilo de vida campesino.
El otro lado de la moneda alimentaria es un comercio mundial que compra y vende alimentos estandarizados en grandes cantidades, que transporta a lo largo de miles de kilómetros para abastecer los mercados. Este movimiento de alimentos está estrechamente unido a la especulación financiera, hasta el punto que llegaron a existir fondos de inversión que se lucraban con las alzas en el precio de alimentos de primera necesidad, como el maíz.
El comercio mundial de alimentos siempre ha existido (por ejemplo, el trigo del valle del Nilo o el aceite del valle del Guadalquivir se llevaban en gran cantidad a Roma ya en tiempos de los césares), pero sería mejor reservarlo para productos que no haya manera de conseguir de otra forma. En este sentido las etiquetas y sellos son nuestros mayores aliados, la información es poder.
La gran autopista mundial de la alimentación desemboca en terminales cada vez más grandes, hipermercados repletos de productos estandarizados. Estos se han llevado por delante un montón de galerías de alimentación, mercados tradicionales o tiendas pequeñas especializadas que garantizaban variedad de alimentos y un contacto con el productor más cercano. El problema está en que las grandes superficies ofrecen precios imbatibles y una gran variedad de productos de todo tipo, no solo alimentarios.